miércoles, 10 de mayo de 2017

Juana Molina - Halo (2017)




Cuando nombramos WED 21 nuestro disco favorito del 2013 lo hicimos dándole a Juana Molina el calificativo de bruja, aún cuando el disco tenía poco de artes oscuras y más de fuerza bruta. Sin embargo, esta sentencia se convirtió en realidad con el lanzamiento de su séptimo disco de estudio Halo, en el que Juana abraza su nuevo estatus con todo lo que eso implica. 

Quizá sean cosas de la edad, aunque ella misma es reticente a esta conjetura del paso del tiempo (“Están en mi todas las edades”, la escuchábamos cantar en la hipnótica Las Edades), quizá sea esa incesante búsqueda de libertad creativa, quizá la coyuntura, o la inesperada musa que movió los hilos de este álbum para que fuera envuelto por un aura de misterio inédito en la discografía de la argentina.

Para muchos, Halo debe las exploraciones rítmicas que plagaron sus dos últimos discos, pero si hay algo que debemos aprender con Juana es que es ajena a las fórmulas y por el contrario, como en este caso, se aleja de las ciencias exactas para abrazar los encantos de la magia negra conjurando hechizos como ambientes sonoros tenebrosos que irónicamente suenan familiares y atractivos.

Si comenzamos a escarbar en el disco como buscando en la morada de una hechicera descubriremos bases rítmicas y ambientes que han transitado su discografía. Para los buenos entendidos Cososo, Estalactitas y Cara de Espejo son los parajes más cercanos a Un Día y WED 21, prolijas camas sonoras que saciarán las ansias del oyente que necesita golpear el suelo para transitar la energía que recibe con la música. Sin embargo el halo que envuelve el álbum es el de la calma, emparentándolo con dos discos que pusieron el nombre de Juana en las teclas de críticos y en los reproductores de oyentes al rededor del mundo. Estamos hablando de Tres Cosas y Son, discos en los que los arreglos acústicos y los sintetizadores ambientaban sus composiciones convirtiéndolas en verdaderas piezas de acompañamiento cotidiano.

Halo es Juana siendo Juana, con su sonido característico y las temáticas que se le antojan. Marcados los puntos de conexión, es importante recordar que el nombre del disco surge de la leyenda de la "Luz Mala" propia del folklore argentino y uruguayo, una aparición en forma de halo luminoso que persigue a sus víctimas en los descampados. Por aquí vemos a Juana invocando a la luz, ora como la mujer moderna usuaria de Facebook, ora como una señora que conjura sortilegios y brujería, al punto de que la diferencia entre un rol y otro es casi imperceptible.

Paraguaya, la canción que inaugura el disco, despliega las intenciones hechiceras de Juana con claridad. Un medio tiempo con arreglos de cuerdas que dan la vibra adecuada para caer en el encantamiento, lo más parecido que suena a coro reza: “Quemaré la ruda / prepararé mi poción / si esta noche hay luna / revertiré la ilusión”, sin embargo, Molina no es obvia en su propósito, mientras pide ayuda a las deidades de la noche va liberando una historia de encantamiento amoroso en la cual ella termina siendo víctima de su propio invento: "Y ahora que me olvidó / la embrujada soy yo / y no lo olvido".


Sin Dones recurre a cuestionamientos de personalidad y vas más allá rebuscando en los orígenes de los padecimientos psicológicos: "Cuando al fin logré salir de mis confines /cuando vi con estupor la liviandad de mis convicciones / entendí que es en la infancia que se imprime esa barbaridad / sólo deseé perdonar y que me perdonaran", unos ecos fantasmagóricos sirven de puente entre un bajo envolvente y una percusión ritual que inducen a un trance necesario cuando una revelación de esta magnitud sale a la luz.

Lentísimo Halo viene a confirmar la búsqueda mística del álbum. La canción más lenta del disco llega tan pronto que anuncia uno de los momentos más hermosos que hayamos escuchado en la discografía de Juana. La intersección espacial que guarda con Cálculos y Oráculos vuelve estas dos piezas un verdadero enigma, dos ejercicios de score de película de terror en el que una pareja se adentra en las profundidades de un bosque nublado pese a las advertencias de las predicciones y la intuición. 

Cálculos y Oráculos es el mejor ejemplo de lo que la música debe ser. Sin ánimos de sonar pretenciosa, la mezcla de la canción puede llegar a penetrarte como lo haría el frío de un bosque en la noche, esa sensación de deambular por lo desconocido siendo movidos por el miedo, sólo con la satisfacción de ser testigos de una belleza imponente que pocas veces ha sido presenciada por el hombre. Evocadora, narrativa, simbólica, Juana se permite las intenciones que se le plazcan con esta pieza que sorprende por carecer de ritmo tal como lo anunciamos, un flahsback a su discografía que suena contemporáneo y pertinente para los tiempos que corren.

Sea a través del experimento, de las canciones sin letra con ritmos enigmáticos, de los mantras habituales, de los hechizos rítmicos y palabreados, Juana Molina logra resumir en Halo varios estadios de su carrera. Evitando la inmediatez, característica de nuestros días, la argentina logra plantearnos un horizonte, una guía atemporal para los oyentes cautivos y para los desprevenidos que recién caen en el encanto. 

“Una ventana que mira al norte no tiene sol / aunque te digan que era mejor ubicación / al oeste está el sol.”


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