jueves, 10 de mayo de 2018

Francisco Victoria - Prenda (2018)




Veinteañero, chileno, heredero de la canción romántica y apadrinado por Alex Anwandter se nos presenta Francisco Victoria. Muy pronto un nombre de peso se superpone al de nuestro debutante. Así de intensa es la sombra que se extiende sobre el disco que tras una primera escucha experimentamos el sinsabor de estar asistiendo a una réplica, si no fuera porque el mismo Alex hace las veces de productor.

Difícil reconocer lo genuino en un álbum donde se ha filtrado tanto la experiencia de un mentor, distorsionando la identidad de este novel artista. Aquí hemos querido ir a lo verdaderamente importante: las canciones, y en Prenda varias de ellas brillan con tanta fuerza, que nos importa menos si las ha firmado Alex o Francisco.

Marinos, el sencillo que nos acercaría al disco, es una potente balada que insinúa el baile y en una letra tan adolescente como encantadora, nos sumerge en la ansiedad frente al amor y la vida. Un acierto ese juego de palabras que en “Tengo miedo marino” nos remite a “Tengo miedo torero”, título de la bella novela de Pedro Lemebel.


Cruza el puente es nuestra favorita, contradictoria como la juventud, a veces nos dice "Qué felicidad sería enamorarme" y otras, "Qué felicidad sería no llorarte", dulcemente nos recuerda tantas despedidas, los sentimientos que hace años parecieron definitivos.

Y es que la edad podría marcar esa diferencia que bien queremos encontrar entre un disco como Rebeldes (2011) y el cancionero de Francisco. Las emociones se viven aquí con mayor ingenuidad, frases directas y un apego manifestado a flor de piel, un artista que no ha escatimado en exponerse. Y sin embargo no alcanza.

Quiero volver y Quiero que quieras saber de mí siendo buenas canciones dan ejemplo de lo reiterativo y cansino que llega a ser el álbum y su empeño en hablar únicamente del amor, su necesidad y su conflicto. Y si a esta repetición le sumamos los detalles en la voz y los arreglos musicales que solo recalcan y señalan la discografía de Alex, fácilmente vemos disuelto el rostro de Francisco.


Él, quien en una entrevista ha dicho que una de las bondades de trabajar con Alex Anwandter ha sido ahorrarse años de errores como artista, ignora quizá que el propio error y su duro aprendizaje pueden decantar en el brillo de la voz propia. Lo impecable aquí ha enfriado lo sincero.

Esperamos entonces que con el tiempo y desvinculado de la fórmula aquí empleada, Francisco pueda construir un repertorio personal, conquistar su propio espacio, pues Prenda, reconocido como un buen disco, funciona más como extensión de la obra de un reconocido Alex Anwandter, que el hallazgo de un artista adolescente.

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